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Madres bomberas comparten su tiempo con su familia y la institución

Tres bomberas cuentan sobre sus vidas enlazadas con la institución bomberil y el cuidado de sus hijos,

historias que hacen frente por su vocación de ser madres y  combatientes del fuego.

En 1997, Silvia López Valencia, de 43 años, presenció un accidente debajo del paso de desnivel en la Av. de las Américas en Guayaquil, su ciudad natal, donde se quedó impresionada por el trabajo de los Bomberos. “Salía del Play Land Park y afuera del lugar estaba un accidente, me sorprendí al ver el personal uniformado de los Bomberos y me decidí a ser parte de esto”, recuerda Silvia, quien se inscribió en las filas del Benemérito Cuerpo de Bomberos de Guayaquil en 1998, a la edad de 29 años y al cuidado de dos de sus hijas.

“A escondidas de mi padre me inscribí, al comienzo iba a las emergencias con miedo porque sales y no sabes si vas a regresar, pero lo que siempre hago es encomendarme a Dios porque me espera alguien, mi familia”, dice Silvia, actualmente Suboficial de la Institución.

En ese entonces hizo guardias y un curso mientras sus hijas estaban pequeñas. Contó con el apoyo de su madre para cuidarlas mientras continuó con su preparación y vocación de ser bombera de Guayaquil. Actualmente tiene cuatro hijos: Josefa, de 26 años, Michelle de 23, Rafaela de 19 y Jimmy de 11. “Al comienzo la mayor estaba encantada con lo que hacía y a la otra no le agradaba mucho pero,  al final, Michelle fue la que se inscribió al curso por sí sola; ella siempre estuvo motivada y ahora también es parte de los casacas rojas y  Jimmy, quién también le encanta este voluntariado, también continúa con la decisión de ser parte de esta institución ”, comenta la Suboficial graduada de ingeniería agrónoma en la Universidad Laica y dueña de un bazar librería.

“Es una experiencia increíble te sientes tan bien al ayudar al prójimo, a veces te ocasiona lágrimas”, dice Silvia, quien en su momento también quiso ser militar pero luego del accidente del que fue testigo cambió de opinión. Se considera una persona determinante y apoya algunas actividades de la institución como el curso vacacional de los Bomberos Juniors, descubriendo su habilidad para trabajar con los niños y educarlos en temas de prevención.

En esta Benemérita institución bomberil se perfila que el 10% de su personal son mujeres, orgullosas de vestir el uniforme y equipo de combate contra incendios, como es el caso de la Teniente María Soledad Farfán Rendón, guayaquileña nacida el 10 de marzo de 1977 y con la descendencia de su bisabuelo Silvio Rendón Cárdenas en la historia de los bomberos de Guayaquil.

Ella es parte de la institución desde hace 16 años y fue motivada por un grupo cercano de amigos. “Éramos un grupo fuerte que vivíamos en la misma ciudadela, entonces me animé y fuimos al cuartel 13,  estaba recién inaugurado y hablamos con el Capitán Flores, en ese entonces él estaba en ese cuartel para informarnos de los requisitos y perfecto, a la semana siguiente regresé con los documentos”, recuerda la Teniente Farfán de un año donde salió a las emergencias desde el primer momento que ingresó a la institución.

Después de un año de ser bombera tuvo a su primer hijo, tenía 21 años. “Pedí una licencia por embarazo y regresé a los dos meses de dar a luz, era algo que faltaba en mi vida, ya compartía trabajo y  era mamá pero me hacía falta volver a los bomberos y regresé”, dice la Teniente, quien ha estudiado diseño y es técnica en seguridad industrial trabajando en áreas de supervisión de seguridad. En aquel momento coordinó las horas de sus guardias para poder continuar en la institución. “Sentí la misma sobreprotección como madre de dejar a los hijos y de no saber si los van a cuidar bien, pero conocían que había dado a luz y sabían mi interés de continuar en la institución”, recuerda.

Domenik  de 14 años, Jaddyk de 10  y Mavie de 6 son los hijos de la Teniente. Ella los involucra con la institución en actividades como desfiles, prácticas de agua y  guardias. “Hay que darle tiempo a todo, si a ti realmente te gusta lo que haces encontrarás el tiempo para hacerlo todo. Tengo tiempo para el trabajo, para compartir con mis hijos y para estar en la institución; por el rango que tengo ahora ya no hago  guardias, lo que hago es dos visitas a la semana a la compañía con mis hijos, hago vida de familia con mis colegas bomberos, hago una integración”, dice ella.

Esta unión también lo vive la Capitana María Mercedes Rumbea con su hijo de 15 años, quien está con ella en todo momento. “Mi hijo es feliz, le encanta y me acompaña a la Academia cuando doy instrucciones, ayuda a pasar las herramientas, el disfruta y me siento súper orgullosa, está contando los días para seguir los pasos de su familia”, cuenta la Capitana Rumbea, quien proviene de una familia de Bomberos. Su padre, abuelo y bisabuelo formaron parte del Benemérito Cuerpo de Bomberos de Guayaquil.

“Cuando era pequeña iba a ver a mi abuelo desfilar vestido de bombero, además mi bisabuelo fue Primer Jefe y un día me dije quiero ser bombera, estaba casada y mi hijo tenía tres años, en ese entonces no sabía que existían mujeres y le dije a mi hermano, ¡metámonos!”, recuerda ella de su ingreso a la institución.

Al comienzo confiesa que notaba un poco de distancia entre los bomberos y ella por ser mujer, la analizaban hasta su primer mes de ingreso cuando le tocó enfrentar su primer incendio. “Me vieron trabajar y me decían esta si es bombera, pero nunca me voy a olvidar cuando me dijeron luego: tú si has sido traga humos”, expresa la Capitana Rumbea, mientras una  gran sonrisa se dibuja en su rostro.

Desde ese entonces relata que las mujeres que han ingresado a la institución se han ganado el espacio y el respeto, demostrando que quieren servir a la comunidad y ayudar en cualquiera de las ramas que tienen los bomberos de Guayaquil como las Divisiones de Materiales Peligrosos, Rescate y Ambulancia.

“La verdad es que ver las caras de alivio cuando llegan los bomberos es una satisfacción, cuando salimos a los desfiles y  nos aplauden; es un orgullo formar parte del Cuerpo de Bomberos, lo llevo en la sangre, hablamos de las experiencias, de nuestra historia y se nos sale por los poros, es como que nos brillan los ojos”, cuenta ella.

Esta madre bombera, que también trabaja en una inmobiliaria de bienes raíces, confiesa el miedo que puede sentirse al enfrentar una emergencia. “Miedo sentimos todos, una vez le dije a alguien lo que me decía mi padre: El valor es enfrentarse a su miedo, uno es valiente cuando se enfrenta a su miedo, nosotros sentimos miedo porque no sabemos cómo va a reaccionar el fuego, pero lo enfrentamos porque sabemos que tenemos que atacarlo, tenemos que salvar vidas, proteger los bienes, esa es nuestra profesión, para eso hemos sido entrenados y es para lo que estamos”, dice. Entre sus metas espera que su hijo continúe con su interés y sienta el amor que siente ella por esta institución bomberil.

Al igual que las otras dos madres bomberas,  su corazón, bondad y solidaridad está en ayudar a otros. Una virtud que une a las tres bomberas con sus familias y este Benemérito Cuerpo de Bomberos.