Mientras se recupera de la intoxicación por inhalación de humo y una neumonía, en la habitación 319 del Omnihospital, el mayor Ricardo Jairala Hanze, de 44 años, cuenta que quedó atrapado en el piso cuatro de Las Cámaras, tras desorientarse y perder la ruta de evacuación mientras buscaba víctimas; el denso humo lo acorraló, el oxígeno del tanque se había terminado y Jairala reconoce que se vio ‘muerto’. Pero el instinto de supervivencia lo llevó a romper una de las ventanas del edificio y sacar medio cuerpo; puso la cabeza en el borde inferior para tratar de respirar y esperar a que sus compañeros lo identificaran.
Recuerda que a los pocos minutos de llegar al sitio escuchó gritos entre las personas que observaban el hecho cuando sucedió una tragedia. “Cuando abría la puerta del vehículo para comenzar a equiparme, una de las señoras (Jacqueline Alvarado) caía al piso; escuché gritar a la gente”, cuenta el oficial.
María Soledad Farfán, de 34 años y esposa de Ricardo Jairala, también es miembro del CBG. Con el rango de subteniente comanda uno de los cuarteles que están bajo la dirección de su esposo. Dice que cuando supo de la emergencia comenzó a pedirle vía celular que la recogiera en la casa para avanzar juntos al lugar del incendio. Al final no se dio y Farfán tomó un taxi.
En el sitio, la teniente buscó el carro de su esposo para sacar el uniforme del portamaletas y equiparse. Cuando se reportó a un superior, este le asignó conseguir la logística necesaria para asistir al bombero atrapado. “Cuando mencionó que se trataba del mayor Jairala, él se sorprendió y dijo que no debió habérmelo dicho, pero yo le dije que no había problema y comencé a buscar lo que se iba a necesitar”, cuenta Farfán.
No obstante, al acercarse a la zona de donde se veía a su esposo guindado en una ventana le comenzaron a temblar las piernas y estuvo a punto de perder el control. Ella irrumpió en llanto al ver al padre de sus tres hijos al borde de la muerte. “Él no se movía, pero después me recuperé y comencé a darle ánimo. Cuando lograron bajarlo me dijo que se había despedido de nosotros allá arriba”, relata la socorrista.
Jairala recuerda que mientras rompía el vidrio comenzó a despedirse de cada uno de los miembros de su familia. Comenta, además, que no es la primera vez que su vida está en peligro. En 1997, durante el incendio en el hotel Casino Boulevard, ubicado en la céntrica avenida 9 de Octubre, el jefe de Brigada tuvo un desperfecto en el equipo de oxígeno y tras descender varios pisos en medio del humo, se desplomó y sufrió un paro cardiorrespiratorio.
Jairala al igual que los capitanes Pablo Segales Anormaliza y Xavier Córdova Campos, de 40 y 33, respectivamente; y el subteniente Johnny Cóndor Maldonado, de 51, todos voluntarios del Cuerpo de Bomberos de Guayaquil (CBG), estaban en sus horas de almuerzo cuando a través de sus radios escucharon de una emergencia en la torre A del edificio Las Cámaras, ubicado en el norte de la urbe. Unos terminaban de comer y otros tuvieron que cancelar el almuerzo para acudir al sitio de la novedad. Ninguno dudó en avanzar.
“Estaba en mi lugar de trabajo cuando escuché que reportaban por radio una novedad en Las Cámaras y en ese momento llegó el vehículo de la institución a recogerme, estuve en tres minutos en el sitio”, recuerda el mayor, quien es jefe de la Brigada Sexta que agrupa a cinco cuarteles ubicados en el norte y noroeste de la urbe. En el trayecto, sostiene, observó el humo que salía por las ventanas y anunció que se trataba de una alarma tres, un incendio declarado.
La magnitud de la emergencia fue confirmada por el capitán Segales, quien fue el primer oficial en llegar al sitio y asumir inicialmente el mando de la operación, aunque reconoce la desesperación que sintió por no poder subir y ayudar en la evacuación de las víctimas.
Segales, quien es jefe de la División de Materiales Peligrosos, recuerda que estaba en su oficina –atrás del edificio Las Cámaras– cuando le pidió a un amigo que lo acompañara a verificar lo que creía se trataba de un conato de incendio. Pero su criterio cambió al rodear la torre A y observar la humareda y a la gente pidiendo auxilio desde las ventanas. La primera disposición de Segales a los socorristas que llegaron fue evitar que la gente siguiera saltando desde las ventanas. Con la calma y la agilidad que deben caracterizar a los socorristas, Jairala siguió equipándose para incursionar en el edificio, sin imaginar que minutos después se convertiría en víctima y su vida también estaría en peligro.
Pero el riesgo es parte de la vida de Jairala y Farfán, quienes pese a las adversidades no han pensado en abandonar la institución. Sostienen que es una pasión que comparten desde hace 16 años, cuando se conocieron en un cuartel, y que ahora sus hijos también disfrutan. De estos bomberos la ‘música’ que los arrulla en su dormitorio sale de un parlante conectado a la frecuencia del CBG.
La misma pasión de ser bombero y arriesgar su vida por los demás la comparte el subteniente Johnny Cóndor, quien también resultó con problemas de asfixia durante el incendio en Las Cámaras, pero en menor proporción comparado con la intoxicación de Jairala.
Por una tragedia
Pero a diferencia del jefe de Brigada, quien se enroló en la institución a la edad de 17 años por el simple hecho de ayudar, Cóndor decidió servir a la comunidad como un homenaje a los seis familiares que perdió calcinados en un accidente de tránsito, después de que el vehículo en que viajaban cayó a un abismo de aproximadamente 40 metros y luego se incendió.
La tragedia en la que murieron sus padres, su esposa, su abuela, un primo y un sobrino ocurrió en septiembre de 1996, pero fue siete años después que finalmente tomó la decisión de ser bombero. Asegura que en cada emergencia a la que acude y hay víctimas ve en ella a sus familiares fallecidos. Y en el edificio Las Cámaras no fue la excepción. Luego de tomar su equipo ingresó a cumplir su tarea.
Recuerda que cuando trataba de habilitar una línea de agua en los primeros pisos, Cóndor escuchó unos gritos que venían del cuarto piso, donde encontró a dos jóvenes que se estaban ahogando. “Me saqué la válvula de la mascarilla y comencé a brindarles aire a ellos; les grité que llenaran de aire los pulmones y que corrieran hacia las escaleras, que abajo había compañeros que los iban a ayudar; pero yo ya me estaba quedando sin aire, por lo que tuve que romper una ventana por las escaleras de emergencia y me encontré con una escalera que los compañeros ya habían colocado para evacuar a los afectados, y salí…”, recuerda.
Cóndor fue asistido por personal médico y llevado a una casa de salud, pero sostiene que al enterarse por los medios de comunicación que los dos jóvenes que ayudó habían logrado salir, se sintió satisfecho. La labor de los socorristas no solo implica arriesgar sus vidas por los demás, en muchas ocasiones también significa sacrificar momentos especiales con sus familias.
El capitán Xavier Córdova, quien es jefe de la División de Rescate, se preparaba para compartir un almuerzo con su esposa y su hijo de tres meses de nacido cuando surgió la emergencia. Cuenta que tuvo que cancelar la cita, ponerse su uniforme y disponer su contingente para socorrer a las víctimas. “Tuve que decirle a mi esposa que me iba a la emergencia; para nosotros, los bomberos, es vital dejar de lado muchas cosas personales para acudir a las emergencias. Yo he recibido mucho apoyo de mi familia en los 16 años que tengo en la institución”, dice Córdova.
El lunes pasado, el capitán fue uno de los cientos de protagonistas en el rescate de las víctimas. Lamentó, como todos sus compañeros, el deceso de tres personas. Y aunque la paga de su voluntariado sea solo el agradecimiento, Córdova, Cóndor, Segales, Jairala y Farfán dicen estar listos para arriesgar sus vidas otra vez por la ciudadanía.
“Perdí a mi familia en un accidente y lo que hice fue conocer cómo ayudar a la gente; tengo dos hijos bomberos”.
Johnny Cóndor,
Subteniente
“Cuando comencé a romper la ventana y preparar mi rescate, me despedí de ellos (la familia) por si llegaba (la muerte)”.
Ricardo Jairala,
Mayor, jefe de brigada
“Yo llegué, pero no estaba equipado, y al primero que veo equipado le digo que suba y evite que la gente se lance”.
Pablo Segales,
Capitán, jefe de División
“Dentro de nuestro concepto no debe haber fracasos; si no lo puedo hacer yo (rescatar), que lo haga otro”.
Xavier Córdova,
Capitán, jefe de División
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